MAGNATE DE LA ENSALADA

MAGNATE DE LA ENSALADA

lunes, 10 de noviembre de 2008

Ecce Homo

¡Casi demasiado impetuosa me es tu corriente, manatial de placer! y a menudo vuelves a vaciar el vaso por querer llenarlo.
Y aún debo aprender a acercarme a ti con mayor modestia: demasiado impetuoso corre aún mi corazón a tu encuentro:
-Mi corazón, sobre el que arde mi verano, el breve, caliente, melancólico, sobrebienaventurado: ¡como anhela mi corazón estival tu frescura!
¡pasó la vacilante tribulación de mi primavera! ¡pasaron los copos de nieve de mi maldad en junio! En verano me convertí todo, y en mediodía de verano,-

martes, 21 de octubre de 2008

El cuervo. Edgar Allan Poe

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
me inclinaba sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
se oyó de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
"es-dije musitando- un visitante
tocando quedamente a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más"

¡Ah! aquél lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustias del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí yace sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
me llenaba de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latir de mi corazón,
vuelvo a repetir:
"es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más".

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
"Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía".
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más"

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre "¿Leonora?"
Lo pronuncié en un susurro y el eco
lo devolvió en un murmullo "¡Leonora!"
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
"Ciertamente -me dije- ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y asi penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio".
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con un suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos,
sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía
"Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-,
no serás un cobarde
hórrido cuervo vetusto y amenazador,
evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cual es tu nombre en la ribera de la noche Plutónica!"
Y el cuevo dijo "Nunca más".

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significara su respuesta
poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre "Nunca Más".

Mas el cuervo, posado solitario en el sereno busto,
las palabras pronunció, como vertiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
"Otros amigos se han ido antes;
mañana también él me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas".
Y entonces dijo el pájaro: "Nunca más".

Sobrecogido al rompe el silencio
tan idóneas palabras,
"sin duda -pensé-, sin dudas lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de "Nunca, nunca más".

Mas el cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir graznando: "Nunca más".

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave, cuyos ojos, como tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ay, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
"¡Miserable -dije- tu Dios te ha concedido
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdo de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más".

"¡Profeta -exclamé- cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más".

"¡Profeta! -exclamé- ¡Cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
por ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá entre sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá entre sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!"
Y el cuervo dijo: "Nunca más".

"¡Sea esa palabra vuestra señal de partida
pájaro o espirítu maligno -le grité presuntuoso-.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espiritú!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta".
Y el cuervo dijo: "Nunca más".

Y el cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas,
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no prodrá liberarse. ¡Nunca más!

jueves, 17 de julio de 2008

Bostezos, así, todo el día

Un bostezo es la acción incontrolada de abrir la boca, con separación muy amplia de las mandíbulas, para realizar una inspiración profunda a la que sigue una espiración de algo menos de lo inhalado, con cierre final. Cuando se bosteza, además, se estiran los músculos faciales, se inclina cabeza hacia atrás, se cierran o entornan los ojos, se lagrimea, se se saliva, se abren las trompas de Eustaquio del oído medio y se realizan muchas otras, aunque imprecisas, acciones cardiovasculares, neuromusculares y respiratorias.

Es una acción común entre los animales vertebrados. Los mamíferos y la mayoría del resto de animales dotados de columna vertebral bostezan, incluyendo peces, tortugas, cocodrilos y aves.

De la mayoría de los mamíferos, son los machos los que más bostezan; sólo en la especie humana ambos sexos bostezan con igual frecuencia.

Una teoría muy común sobre el bostezo sostiene que es provocado por el exceso de dióxido de carbono y la falta de oxígeno en la sangre. El tronco cerebral al detectar esto genera el bostezo. La boca se ensancha y los pulmones inhalan profundamente, trayendo oxígeno hacia los pulmones y consecuentemente a la corriente sanguínea. Es casi seguro, sin embargo, que esta hipótesis sea incorrecta; una teoría más reciente afirma que el bostezo sirve para regular la temperatura corporal. Otra teoría sostiene que los bostezos son provocados por los mismos químicos en el cerebro (neurotransmisores) que afectan las emociones, el sentido del humor, el apetito y otros fenómenos. Estos químicos incluyen serotonina, dopamina, ácido glutámico y óxido nítrico. A medida que más de estos compuestos son activados en el cerebro la frecuencia de los bostezos aumenta. Por el contrario, una mayor presencia en el cerebro de neurotransmisores narcóticos, tales como la endorfina, reduce la frecuencia de los bostezos.

A menudo se dice que el bostezo es contagioso: si una persona bosteza, esto causará que otra persona "responda" el bostezo, en ocasiones generando una cadena. Las razones para esto son poco claras, posiblemente se deba al "poder de sugestión". Otras teorías sugieren que el bostezo sirve para sincronizar el comportamiento anímico entre animales gregarios de forma similar al aullido de una manada de lobos durante la luna llena. El bostezo entonces emitiría una señal de cansancio hacia otros miembros del grupo para sincronizar los patrones de sueño y períodos de actividad.

En su ensayo "Adaptarse a la marea", Eduardo Punset sostiene que "los bostezos son un legado de nuestra condición animal anterior a la de humanos, que cumplían una finalidad social en el caso de los primates –transmitir la necesidad imperiosa de iniciar una acción colectiva y preventiva frente a intrusos-. La Ciencia no ha descubierto en el bostezo ninguna utilidad en la vida moderna; ni siquiera la de oxigenar los pulmones. Experimentos realizados en la Universidad de Maryland han demostrado que las personas sometidas a sobredosis de oxígeno no disminuyen la frecuencia de sus bostezos; son un puro residuo ancestral y genético".

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